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El amor en tiempos de crianza

¿Qué pasa con el amor de pareja una vez que nos volvemos madres... y padres? Sin duda, todo cambia. En esta ocasión hablaré de mi propia experiencia, de cómo viví mi transformación como madre y cómo esto se vio reflejado particularmente en mi relación con el amor de mi vida y padre de mis hijas. Personalmente no creo que ninguna historia de amor sea color de rosa, sin percances o fracturas y mas cuando ya no se trata sólo de dos. Para mi, mi historia de amor es mágica, desde el primer momento. Desde que conocí a mi esposo, sentí algo muy especial y él también. Juntos decretamos nuestro futuro el mismo día que nos conocimos. En ese momento no lo sabíamos pero, fue tan grande nuestra energía que sin querer y queriéndolo lanzamos una semilla al universo y ésta comenzó a germinar.

Mucho se dice del poder creador de las mujeres, yo lo he puesto en palabras en más de una ocasión. Pero, ¿qué pasa cuando junto a una gran creadora hay un gran creador? En la vida y en la magia se habla mucho de dualidades, el bien y el mal, el día y la noche, el "cielo" y el "infierno"... el hombre y la mujer. Dos fuerzas de naturalezas diferentes que juntas pueden hacer grandes cosas. Una vez más, citaré a Clarissa Pinkola Estés y a un capítulo del libro "Mujeres que corren con los lobos". El capítulo se llama "El compañero: la unión con el otro", donde a través de un cuento africano de nombre Manawee, analiza el comportamiento dual de las mujeres y cómo el hombre puede hacerse camino para llegar al corazón de la mujer salvaje y tomar su lugar como compañero de vida, como hombre salvaje. El capítulo inicia con esta frase: "Si las mujeres quieren que los hombres las conozcan de verdad, tienen que enseñarles un poco de sabiduría profunda (Estés,161)". Se trata de un lenguaje, dice la autora, "nuestro lenguaje" que les es revelado a los hombres no sólo por su buena disposición para aprender y escuchar, si no porque nuestra alma lo pide, pedimos esa conexión, queremos llegar al encuentro de nuestro compañero, pero, como describe la autora, los que quieren ser compañeros de vida tienen que hablar el mismo idioma, conocer sus propias naturalezas salvajes para poder así convivir en armonía. Expone la autora, aquellos que se esfuerzan en comprender la forma de ser y actuar de la mujer dual, serán por siempre compañeros y amantes de una mujer salvaje. Podemos encontrar este análisis más a profundidad en el cuento, donde ejemplifica la búsqueda de la pareja salvaje, la representación de las dos mujeres (la interna y la externa - la dualidad) y la conexión intuitiva del hombre para reconocer en la mujer a su compañera. Me pareció una hermosa manera de presentar la fuerza de las mujeres que hemos discutido en este blog en más de una ocasión y cómo sí es posible encontrar un compañero o compañera que nos acompañe en nuestro viaje de descubrimiento y reconocimiento. Y para mi no hay idea más romántica que esta.


Personalmente, en mi propia experiencia, en muchas ocasiones mi esposo y yo nos hemos topado con pared, pues yo inicié mi viaje de reconocimiento como mujer salvaje en el momento en el que me supe creadora y ejercí mi rol de madre. Leí este capítulo y, siendo sincera, en su momento no lo comprendí. Me sumí en una idea muy egoísta donde no podía concebir la noción de que un hombre, en este caso el que me acompaña a la fecha, pudiera entender lo que yo estaba viviendo. Me parecía ilógico que un ser ajeno a la naturaleza de una mujer pudiera empatizar o mínimo entender la transformación por la que pasaba en en aquél momento. Sin embargo, tres años, dos hijas, y ...un encuentro de matrimonios católicos después (hablaré de esto en otro post pues fue TODO UN VIAJE)... vuelvo a leer el cuento, vuelvo a leer el capítulo y todo me cuadra.

En la siguiente cita se resume una parte vital del capítulo y la que en particular a mi me resonó:


Si una mujer quiere que su compañero responda (...) tendrá que enseñarle el secreto de la dualidad femenina. Tendrá que hablarle de la mujer interior, aquella que añadida a ella misma, suma dos. Y lo hará enseñando a su compañero a hacerle dos preguntas falsamente sencillas que conseguirán que se sienta vista, oída y conocida.
La primera pregunta es la siguiente: "¿Qué es lo que quieres?" Casi todo el mundo suele formular una versión de esta pregunta. Pero hay otra pregunta más esencial y es la siguiente: "¿Qué es lo que quiere tu yo profundo?"
Si un hombre pasa por alto la doble naturaleza de una mujer y la toma por lo que parece, lo más seguro es que se lleve una sorpresa, pues, cuando la naturaleza salvaje de la mujer surge de las profundidades y empieza a dejar sentir su presencia, a menudo tiene unas ideas, unos intereses y unos sentimientos muy distintos de los que había puesto de manifiesto anteriormente. (Estés,178-179)

Cuando llegué a esta parte del capítulo entonces todo me hizo sentido. ¿Cómo podemos como mujeres exigir entendimiento, reconocimiento y empatía, por decir algunas cosas, si no les exponemos a nuestras parejas, a nuestros compañeros o compañeras de vida, quiénes somos en realidad? Parece tonto, porque, en teoría, si estás con esa persona es porque se conocen mutuamente, o pretenden pasar el resto de su vida conociéndose, pero, ¿hasta dónde estamos dispuestas a compartir? Dicen que conocer a las mujeres es un misterio... seguramente es una frase inventada por algún hombre y replicada por miles más... pero, en esta ocasión no mienten. Sí lo somos, mientras nosotras lo deseemos. ¿Tiene sentido?

Lo mejor que me dejó ese encuentro de matrimonios fueron las preguntas que nos vimos obligados a hacernos mi esposo y yo. Algo como el "¿qué quiere tu yo profundo?" pero desde una visión católica extrema... sin embargo, por primera vez pudimos poner en palabras nuestros más profundos deseos individuales lo que nos llevó a tener una conexión diferente a la que en un inició nos unió. Más intensa, más fuerte. Hablar desde nuestro yo profundo nos hizo reencontrarnos como equipo y ahora como padres. Pudimos hablar sobre nuestros deseos como familia, como papá y como mamá y lo más importante nos expusimos. Dejando a un lado el extremo católico-cristiano, nos dimos cuenta que lo único que hacía falta era encontrarnos con nuestro lado primitivo, nuestra alma salvaje, la otra parte de nuestro ser que yace en las oscuridades, debajo de la primera persona que se presenta. Tomando ese ejercicio, decidimos salir juntos de viaje, sin hijas y sin compromisos más que le nuestro. En este viaje puedo decir que ambos encontramos juntos nuestro ser salvaje y conectamos. Cuando le hablo de mi transformación, de mis ideas, de mis sueños, ya no veo en él un ser ajeno a mi, veo a mi compañero que atento escucha y aprende. No digo que nuestra vida de pareja se solucionó por siempre, sin embargo, esto que nos pasó y este capítulo me hicieron darme cuenta que ahora tenemos un lugar seguro para pausar y encontrarnos cuando la marea se eleve demasiado. Pues tanto él como yo ahora sabemos quiénes somos.



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