Aprendiendo a soltar, aprendiendo a fluir
- Wolf Mother
- 23 ago 2021
- 4 Min. de lectura
Hablar de maternidad es hablar de procesos, desde el momento de la concepción, el embarazo, el parto, después el postparto y así pasan los días, los meses, los años. Nuestras niñas y niños crecen ante nuestros ojos y nosotros no somos más que testigos de uno de los eventos más asombrosos de la naturaleza: crecer.
El universo tiene ritmos. El día y la noche, las estaciones del año, las mareas y los movimientos de la luna, la siembra, son tan sólo algunos ejemplos de cómo en la naturaleza los ritmos de la vida están perfectamente bien balanceados. Y como parte de ese universo, nosotros también tenemos nuestros ritmos: la respiración, el palpitar de nuestro corazón, nuestro andar. Y como nosotros, nuestras niñas y niños tienen sus propios ritmos, se toman sus tiempos, van a su paso y lo único que nos queda a nosotros por hacer es respetarlo y honrarlo. Actualmente, muchos autores y pedagogos hacen énfasis en respetar los tiempos de los y las niñas, en ser congruentes con sus etapas de desarrollo y no sólo eso, sino volvernos observadores de sus comportamientos e intereses para que a partir de ahí, sus ritmos se consoliden aún más. Rudolf Steiner, fundador de la Pedagogía Waldorf, concentra mucho del aprendizaje y óptimo desarrollo de la infancia alrededor del ritmo ya que este garantiza seguridad, estabilidad, amor y conexión y, sin ser especialista, tan sólo ser madre o padre, creo que esto es lo más importante, sino primordial, para cualquier niño o niña.
¿Cómo podemos bajar nuestras revoluciones en este mundo donde la cultura de la inmediatez nos exige ciertos estándares para poder entrar a su ritmo tan acelerado? Que escriban, que lean, que sumen y resten, que se queden sentados, que pongan atención, que estén callados... y me podría seguir. En esta vida tan acelerada, lo último en tomarse en cuenta son los tiempos de quienes finalmente heredarán la tierra. De acuerdo con Lou Harvey-Zahra, en su libro Happy Child, Happy Home, Conscious Parenting and Creative Discipline, un gran porcentaje de los problemas disciplinarios y de conducta en los y las niñas se debe a la eterna prisa de los padres y las madres. ¿Qué tan de prisa vamos? "Más rápido no es necesariamente mejor" dice el autor, y creo que tiene razón. Él sostiene que es más difícil conectar con ellas y ellos cuando vamos a gran velocidad, olvidamos pausar y respirar, observar y dejar ir: "Es bueno bajar nuestra velocidad y ver a nuestros hijos a los ojos para observar qué está pasando a nuestro alrededor y oler las rosas y dejas que nuestros niños las huelan también (Harvey-Zahra, 27)." Con el pasar del tiempo, nuestros niños crecen y se vuelven cada vez más independientes y pronto necesitarán menos de nosotros, pero se requiere tiempo y una tremenda paciencia para poder ser meros espectadores en las vidas de nuestras hijas e hijos, guías que estén ahí para apoyarles cuando lo necesiten.
Tenemos que darle la importancia a la infancia, como se merece. Correr todo el tiempo no les da la oportunidad de alcanzar sus objetivos de acuerdo a su propio ritmo y a su tiempo, respetando su ser y esencia, sin comparar y sin señalar. Tampoco les permite jugar libremente, imaginar y crear. Niños cansados, hambrientos y apurados no son niños completamente felices, y pienso que como adultos tampoco lo seríamos. En estos tiempos de cambio sería bueno pausar un poco y fluir con el paso del tiempo, recordando que nada es eterno y que como todo, los tiempos cambian y evolucionan y así nuestros hijos e hijas. Atesoremos esos momentos con quienes más amamos y démosles la oportunidad de encontrar su propio paso y seamos nosotros quienes pongamos ese ejemplo.
Es real que en ocasiones lograr estas pausas en nuestros días parezca algo imposible. Generalmente cargamos con tantas, más siendo madres, que tratar de bajar las revoluciones y pausar suena como algo inalcanzable… más cuando lo único que quieres es que de la hora de dormir. Sin embargo, necesitamos respirar y permitirnos también ir más despacio y que nuestros hijos e hijas vean y sientan la importancia de respetar los ritmos naturales en nosotros y en el universo. Mamás, hay que recordar que tenemos que mirar al cielo y respirar hondo, más aún cuando el día parece que no termina y que llegamos a nuestras camas arrastrándonos.
Pasemos nuestros días con menos prisa y te sugiero organizarte para escoger un momento donde puedas simplemente observar a tus hijas e hijos y disfrutar ese momento con ellos. En vísperas de la llegada del otoño es una buena oportunidad para ejemplificar el paso del tiempo, salir al jardín, a algún parque o en la misma calle y observar los árboles, las hojas, el viento, respirar profundo y sentir como el tiempo está cambiando. Podría ser una buena actividad para ayudarnos a fluir y bajar la velocidad de nuestros días.
Con cariño,
Marce
Harvey-Zahra, Lou. Happy Child, Happy Home, Conscious Parenting and Creative Discipline. 2014. Floris Books. 



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